Ser emprendedora y desarrollar tu propio proyecto es una experiencia enriquecedora, que va mucho más allá de poder dedicarte profesionalmente a lo que deseas. Y es aún más gratificante cuando lo que desempeñas es un proyecto de emprendimiento social que tiene un impacto en tu entorno, tus vecinos y vecinas, el medio ambiente o las personas que más lo necesitan. Para ello hace falta pasión y determinación, pero sobre todo, tener claras las prioridades y fines de tu proyecto. Compartimos con vosotras algunas claves que hemos aprendido en estos años:

  • Apoyo mutuo y cooperación. Muchas veces aprender de otras y apoyar a quienes acaban de empezar es una parte fundamental del éxito y el avance colectivo ¡Que viva el trabajo en equipo!
  • No solo necesitamos buena voluntad y ganas de cambiar las cosas, necesitamos organización, recursos y llevar una contabilidad seria como cualquier otra empresa. Con más eficiencia, mayor será también nuestro impacto y más sostenible será nuestro proyecto en el tiempo.
  • Cuando emprendes pensando en el resto de la comunidad, lo importante no es la propiedad o brillantez de la idea si no sus efectos y cómo ayuda a transformar la realidad de las personas. Es por eso que, ante todo, necesitamos estar preparados para una cura de humildad y para que nuestro proyecto deje de ser solo nuestro<, y se convierta en algo de todas y todos los que participan.
  • ¿Cómo sé que estoy logrando mi objetivo si lo que persigo no es solo beneficio económico? Es fundamental dotarse de herramientas para medir el impacto de nuestra actividad, con el fin de evaluar los resultados y mejorar aquellas cosas que puedan fallar.
  • Da visibilidad a los resultados: muchas veces hacerse eco de los beneficios de la actividad para la comunidad, los logros y cambios producidos, ayudan a que se valore socialmente, aumente el apoyo y la participación y crezca la capacidad de incidencia del proyecto.